inciden en las emociones humanas (Scheff, 2006). Otra función de las emociones desde la perspectiva sociológica es
revelar y reforzar los cambios económicos, las transformaciones culturales y las dinámicas políticas de la sociedad.
Bericat (2016) incorpora a las emociones como parte de la estructura social, y enfatiza en que una emoción
no solamente es una experiencia personal y aislada, sino que se trata de fenómenos colectivos. Enfatiza además en
que las emociones se constituyen en un "pegamento social", que contribuye a la cohesión grupal y a mantener el
orden social. Fundamenta que las emociones desempeñan tres funciones principales a nivel social: función
normativa, la cual refuerza las pautas sociales al crear sentimientos de aprobación o desaprobación; función
instrumental, que coadyuva en la coordinación de la acción social y promueve la colaboración además de ayudar a
controlar y evadir conflictos, y finalmente función identitaria, la que favorece la construcción de las identidades.
Un autor que teje puentes entre la teoría con énfasis biológico desde Darwin y la Neurociencia y la teoría
sociológica de las emociones, es Turner (2021), quien fortalece la perspectiva sociológica porque en su análisis
incorpora los hallazgos de la Neurociencia, sosteniendo que las emociones, además de estar arraigadas en los
procesos biológicos y evolutivos, también están armonizadas desde las concepciones de la sociedad y la cultura,
consecuentemente hay una interacción entre componentes biológicos y sociales que además favorecen la
comprensión de las razones por las cuales las emociones no son iguales de una cultura a otra, y simultáneamente,
están conformadas por elementos universales.
Las emociones no solo reflejan las dinámicas sociales, también actúan como catalizadores del cambio
colectivo. En el contexto de la autora, como docente, se ha observado cómo las emociones compartidas, como la
expectativa o el temor, pueden movilizar comunidades educativas hacia objetivos comunes, como la mejora del clima
de aula. Esto refuerza la idea de las emociones como "pegamento social" y herramienta de cohesión grupal, tal como
sugiere Bericat (2016).
La Antropología de las emociones. En el siglo XX, se empieza a incorporar el estudio de las emociones como
una categoría conceptual que cobra atención particular en la comprensión antropológica de los individuos. Esta
disciplina analiza las formas en las que se experimentan y expresan las emociones en los distintos espacios
culturales. Consecuentemente se antepone al criterio de universalidad de las emociones dado que su génesis está
vinculada a las prácticas cotidianas, valores y creencias de cada sociedad, (Le Breton, 2020). Las emociones además
de ser experiencias internas, son respuestas generadoras de fenómenos de tipo social. Todo cambio en los sistemas
de poder, en los desempeños de las sociedades, los hábitos, las costumbres y sus quehaceres cotidianos están
amalgamados desde el plano emocional. De acuerdo a Le Breton (2018), las emociones permiten vincular a los
individuos con la sociedad, estos vínculos se consolidan en prácticas como son los rituales, el lenguaje y el conjunto
de sistemas simbólicos propios de cada cultura. Por ejemplo, el nacimiento de un niño en una comunidad indígena,
puede implicar ceremonias colectivas que enfatizan el vínculo entre el niño que se inserta y la comunidad que lo
acoge, elemento que va a ser diferente en función a las costumbres de los pueblos. En el prólogo del libro Emociones:
Perspectivas Antropológicas, Rosembreg et. al. (2019), señalan:
En la clásica división del trabajo, a los antropólogos se les asignó la “cultura”, a los sociólogos la “sociedad”,
la “personalidad” a los psicólogos y “el cerebro” a los neurólogos. Entonces, ¿a dónde pertenecía la
emoción? Cada tribu académica podría reclamar la emoción como propia y perdería alguna de las otras
dimensiones. Para los antropólogos, tenía que ser cultural o nada. La respuesta a esta discusión ha sido en
la vinculación transdisciplinar, es decir, la que tiende puentes para que las emociones puedan ser estudiadas
desde sus diferentes ángulos sin ser el “dueño” ningún saber. (p.12)
La Antropología de las emociones corre la cortina para comprender a las emociones como construcciones
culturales que permiten fortalecer las identidades colectivas, las experiencias que se experimentan en sociedad, las
normas de conducta valorativas y donde reluce la multiplicidad de las prácticas de los seres humanos.
A nivel nacional, en comunidades indígenas de Bolivia, los rituales que se practican en las comunidades,
tienen componentes emocionales, por ejemplo, las ceremonias de bienvenida a un nuevo integrante o la despedida
de una persona que ha fallecido, las prácticas que rodean estas actividades trascendentales, demuestran cómo las
emociones estructuran la vida social y cultural. Desde la perspectiva de la autora de este artículo, esta conexión