Introducción
La salud infantil y escolar es una preocupación permanente para los padres y el sistema de salud; su
seguridad y protección depende de las personas que los rodean, en particular de los adultos.
A nivel mundial, cada año más de dos mil familias enfrentan la pérdida de un niño debido a diversos
accidentes. La tristeza que experimentan madres, padres, hermanos, abuelos y amigos cercanos es
inconmensurable y a menudo impacta a comunidades enteras (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2021).
Resumen
La OMS define un accidente como un: "Acontecimiento fortuito, generalmente desgraciado o dañino,
independientemente de la voluntad humana, provocado por una fuerza exterior que actúa rápidamente y que
se manifiesta por la aparición de lesiones orgánicas o trastornos mentales" (Torres Márquez, 2010).
La frecuencia de accidentes en los hogares es alta, ya que los niños, debido a su desarrollo y su
curiosidad natural, están en riesgo constante de sufrir lesiones por caídas, quemaduras, intoxicaciones,
electrocuciones y otros (OMS, 2021).
Hasta los diez años, las lesiones causadas por accidentes representan la principal amenaza para la
supervivencia infantil, además de ser una causa significativa de discapacidades que pueden afectar diversas
áreas de la vida del niño, como las relaciones personales, el aprendizaje y las actividades recreativas (OMS,
2021).
Las caídas son responsables de aproximadamente la mitad de las visitas infantiles a los servicios de
urgencias hospitalarias. Aunque muchas, solo resultan en raspaduras o moretones menores, cada día 130 niños
mueren a causa de este tipo de accidentes (Medina-Gómez, 2015). Muchas de estas caídas son prevenibles
mediante la instalación de dispositivos de seguridad en las ventanas y el uso de productos diseñados para
proteger a los niños, asegurando el cumplimiento de las normativas de seguridad (OMS, 2021).
A nivel internacional, los principales tipos de accidentes que afectan a los niños incluyen accidentes de
tráfico, ahogamientos, quemaduras, caídas e intoxicaciones no intencionales. Según Medina-Gómez (2015): “La
prevalencia de accidentes en el hogar fue del 67% (n=193; IC 95%: 61,6-72,4), siendo las recámaras el lugar más
frecuente de ocurrencia de los accidentes (19,4 %), seguido por la sala (18,2%) y la cocina (17,0%).” Los niños
que viven en comunidades empobrecidas están particularmente expuestos a riesgos debido a condiciones de
vida peligrosas, como hogares con fuego abierto, ventanas sin protección y escaleras inseguras, además de la
cercanía a áreas de tránsito rápido y denso. Por lo general, carecen de espacios adecuados para jugar con
seguridad (Medina-Gómez, 2015).
En la ciudad de Trinidad, Beni Bolivia, también se observan numerosos accidentes, tanto en los hogares
como en las Unidades Educativas, parques y vías de comunicación. Durante el tercer trimestre de 2019, el
servicio de emergencias del Hospital Materno Infantil de Trinidad atendió a 238 pacientes, de los cuales el 26,5%
presentaba lesiones por accidentes, tales como fracturas, trauma craneoencefálico, heridas, intoxicaciones,
quemaduras, cuerpos extraños y mordeduras de animales (Hospital Materno Infantil, 2019).
Los hogares presentan un sin número de factores de riesgo, los que pasan desapercibidos mientras no
suceda un imprevisto, no son tomados en cuenta; los estudios de Medina refieren que:
El 26% no tienen un compartimento para los cuchillos, el 82% refieren que los productos de limpieza
no están fuera del alcance del menor. Al momento de cocinar, el 82.3% de los encuestados no están
cerca del menor para su vigilancia, el 68% no tienen protección en clavijas o enchufes. El 89% de los
cuidadores estudiados refieren tener medicamentos en el hogar. Los lugares más frecuentes para